Los años han pasado en beneficio de una web con más posibilidades y mejores. La evolución de los códigos de programación, la aparición del html5 y las nuevas propiedades CSS3, nos dan la posibilidad de ofrecer a los usuarios una mejor experiencia en la navegación con páginas más intuitivas, atractivas y amigables.
Al mismo tiempo que se enriquece la forma de mostrar el contenido gracias a estos avances, el número de internautas sigue creciendo. El mundo gira gracias a la información que se mueve por internet, información estática o dinámica, como la que autogeneramos gracias a servicios como el correo electrónico o las redes sociales. Hace unos años si alguien no tenía acceso a internet “no pasaba nada”, ahora puede perder oportunidades y recursos que no están disponibles por ningún otro medio. Es entonces cuando ha adquirido un valor importantísimo el concepto de “accesibilidad” en el desarrollo web, no hay que vetarle a nadie el acceso a la información.
Estos dos conjuntos de sucesos se cruzan en un punto de discordia sobre el cuál hay que pararse a reflexionar para tomar decisiones antes de comenzar un proyecto. Muchas de las nuevas características del desarrollo web garantizan una navegación más grata y amigable para la mayoría de los usuarios, pero limita y entorpece el acceso a personas con discapacidades visuales o cognitivas. La pregunta a hacerse es: ¿qué priorizamos? Lo duro de esto es que aquí el punto intermedio no es la mejor opción, ya que ¿qué hay en el punto intermedio, un punto en el que unas cosas son accesibles y otras no? Hoy en día se pueden hacer webs “muy bonitas”, webs con las que disfrutamos como niños los desarrolladores al hacerlas y otro tanto los usuarios al visitarlas, pero si es en perjuicio de algún sector, es mejor recordar que esa “diversión” será pasajera y que lo que realmente tiene que primar es la funcionalidad, que será lo que haga recurrentes las visitas a un sitio web.